jueves, 19 de enero de 2012

En el ecuador de mi experiencia, “ya pues Sandra…”

Hola a todos y todas, gracias por leer este pequeño relato sobre lo que esta siendo mi experiencia en el hogar Casa Maín, en Santa Cruz.

Llevo ya un mes en el hogar y dos en Bolivia pues antes de iniciar mi proyecto pasé un tiempo con mi madre y mi hermano acá, ella es boliviana y gracias a su sacrificio ahora puedo decir que estoy aquí, al otro lado del charco a miles de kilómetros de mi otro país, España. Aprovecho un pequeño descanso para escribir

y digo pequeño porque si una se lo propone, puede no tener tiempo en el que aburrirse, ¡hay mucho que hacer! En este hogar hay cerca de 120 peladitas (niñas, dicho cariñosamente), la mayor parte de mi tiempo he disfrutado de 50 de ellas que son las que no han podido salir de vacaciones con sus familias pues o bien han sido abandonadas o ellas mismas han escapado de su casa a causa de la violencia parental o corren un elevado riesgo de

ser maltratadas (maltrato en cualquiera de sus tipos, especialmente sexual) por sus familiares.

Me veo como una niña inocente ante ellas y es que, como le contaba a una de las grandes que vive aquí pero ya de manera independiente, cuando una no tiene a nadie conocido a quien le haya ocurrido semejantes destrozos en su vida o tiene la suerte de no haber vivido esas tristes situaciones, pues digamos que es inocente ante esos márgenes de la sociedad, que sabe que existen, pero que no se toma conciencia de ello. En el momento en que miras a la cara a una niña de 8 años de edad por la que sientes cariño porque ya la conoces y te paras a pensar en que ha sido abusada sexualmente por su papá, es ahí cuando el corazón se te cae a los pies y cuando esa inocencia con la que tu venías a realizar tu voluntariado, se va volando.

Por suerte y para mi tranquilidad emocional que a veces se tambalea, estas niñas siempre tienen una gran sonrisa de oreja a oreja, siempre guardan un abrazo fuerte para mí, aunque no entre ellas, siempre piden en la noche que les de mi bendición. A pesar de lo que han podido vivir y de la pérdida precoz de su inocencia, luego haces un juego “infantil” y se lo pasan en grande y eso me llena de ilusión. Saben que tengo un hermano de 14 años y en varias ocasiones les he hecho hincapié en la enorme diferencia que veo entre las que tienen su edad aproximada y él, ellas están mucho más desarrolladas en cuanto a las labores que realizan en el hogar, su forma de pensar y de actuar o si no mismamente yo me comparo con ellas cuando tenía su edad.

He llegado al hogar en una época muy bonita, vacaciones de verano y Navidad, he disfrutado a tope de las niñas/chicas. A los tres días de llegar al hogar, me fui de campam

ento con ellas; ahí es donde tuve la oportunidad de conocerlas a fondo. Después, como viaje sorpresa para las 25 que no tienen familia siquiera que les visite en el hogar, viajamos a Cochabamba, otro departamento de Bolivia. Todo esto ha supuesto para mi una aventura, viajar con tantas niñas, organizar el día a día y, sobre todo, dejarme querer por ellas sin a penas conocerme.


En el tiempo que llevo aquí, he tratado de involucrarme por completo en sus vidas; con razón me preguntan por qué como con ellas y no en el comedor de voluntarios/as como hacen las demás, lo cierto es que ellas me están enseñando muchas cosas que son esenciales para vivir modestamente de espíritu, pero que en el primer mundo no percibimos o no queremos darnos cuenta. Río con ellas todo el tiempo, excepto cuando tienen que hacer oficio o cuando pasamos clases; a veces, eso implica que se cojan el brazo entero cuando tú solo les das medio, pero no me importa, vengo aquí como voluntaria a disfrutar con ellas y a que si les digo una broma, tengan la confianza conmigo como para decirme: “ya pues Sandra”.


Sandri, voluntaria 2011-2012

lunes, 16 de enero de 2012

Empezamos con ganas!!!

El domingo 15 de enero, tuvimos la sesión de juegos con Iñaki como años interiores. Dentro de calendario de formación de los voluntarios "nuevos" y veteranos tenemos el juego como herramienta educativa. Además de aprender para poder desarrollar nuestras actividades en el campos de trabajo de un país del sur, también tiene la función conocernos un poco más y comenzar a dar nuestros pasos como grupo hacia nuestro objetivo común.
Hicimos juegos de presentación, conocimientos, movimiento, contacto, de cooperación, de afirmación... y un taller de "pompas de jabón". Realmente fue una jornada muy completa.




Además contamos con algún voluntarios veterano que compartió tiempo con los nuevos y que luego trabajaron un tema específico con Julia y Marta (voluntarias). Fueron las encargadas de llevar a cabo la sesión específica para los voluntarios más "veteranos". Les explicaron algún juego más, alguna danza e hicieron un taller de cuenta-cuentos.


Terminamos todos junto bailando el "chipi-chipi".
¿Cuándo repetimos?