Hola a todos y todas, gracias por leer este pequeño relato sobre lo que esta siendo mi experiencia en el hogar Casa Maín, en Santa Cruz.
Llevo ya un mes en el hogar y dos en Bolivia pues antes de iniciar mi proyecto pasé un tiempo con mi madre y mi hermano acá, ella es boliviana y gracias a su sacrificio ahora puedo decir que estoy aquí, al otro lado del charco a miles de kilómetros de mi otro país, España. Aprovecho un pequeño descanso para escribir
y digo pequeño porque si una se lo propone, puede no tener tiempo en el que aburrirse, ¡hay mucho que hacer! En este hogar hay cerca de 120 peladitas (niñas, dicho cariñosamente), la mayor parte de mi tiempo he disfrutado de 50 de ellas que son las que no han podido salir de vacaciones con sus familias pues o bien han sido abandonadas o ellas mismas han escapado de su casa a causa de la violencia parental o corren un elevado riesgo de
ser maltratadas (maltrato en cualquiera de sus tipos, especialmente sexual) por sus familiares.Me veo como una niña inocente ante ellas y es que, como le contaba a una de las grandes que vive aquí pero ya de manera independiente, cuando una no tiene a nadie conocido a quien le haya ocurrido semejantes destrozos en su vida o tiene la suerte de no haber vivido esas tristes situaciones, pues digamos que es inocente ante esos márgenes de la sociedad, que sabe que existen, pero que no se toma conciencia de ello. En el momento en que miras a la cara a una niña de 8 años de edad por la que sientes cariño porque ya la conoces y te paras a pensar en que ha sido abusada sexualmente por su papá, es ahí cuando el corazón se te cae a los pies y cuando esa inocencia con la que tu venías a realizar tu voluntariado, se va volando.
He llegado al hogar en una época muy bonita, vacaciones de verano y Navidad, he disfrutado a tope de las niñas/chicas. A los tres días de llegar al hogar, me fui de campam
ento con ellas; ahí es donde tuve la oportunidad de conocerlas a fondo. Después, como viaje sorpresa para las 25 que no tienen familia siquiera que les visite en el hogar, viajamos a Cochabamba, otro departamento de Bolivia. Todo esto ha supuesto para mi una aventura, viajar con tantas niñas, organizar el día a día y, sobre todo, dejarme querer por ellas sin a penas conocerme.
En el tiempo que llevo aquí, he tratado de involucrarme por completo en sus vidas; con razón me preguntan por qué como con ellas y no en el comedor de voluntarios/as como hacen las demás, lo cierto es que ellas me están enseñando muchas cosas que son esenciales para vivir modestamente de espíritu, pero que en el primer mundo no percibimos o no queremos darnos cuenta. Río con ellas todo el tiempo, excepto cuando tienen que hacer oficio o cuando pasamos clases; a veces, eso implica que se cojan el brazo entero cuando tú solo les das medio, pero no me importa, vengo aquí como voluntaria a disfrutar con ellas y a que si les digo una broma, tengan la confianza conmigo como para decirme: “ya pues Sandra”.
Sandri, voluntaria 2011-2012