Me llamo Homero, soy mexicano y mi experiencia durante el voluntariado en Madagascar fue muy completa e interesante. A pesar de que fue un voluntariado corto, son muchas las cosas que se viven y aprenden. El voluntariado lo hice junto con Francisco, un amigo de León.
La casa salesiana donde hicimos el voluntariado es muy grande.
Hay tres casas
(madres salesianas, niñas y voluntarios) y cuenta con una cancha de
básquetbol y otra de fútbol, además de tener un centro de formación profesional
para adolescentes, en donde se enseñan diferentes oficios (costura, hostelería,
peluquería, panadería y pastelería). Durante todo el año se reciben voluntarios
y, por lo general, son de Italia y
van por todo el ciclo escolar. Nosotros coincidimos solo unos días con Claire,
una voluntaria de Francia que había estado ahí ocho meses y durante su
voluntariado estuvo enseñando francés a las novicias del centro y de apoyo
escolar con las niñas.
En el centro viven
aproximadamente 56 niñas , justo cuando llegamos acababan de terminar sus
clases del ciclo escolar. Las madres salesianas les habían organizado un
campamento de verano de tres semanas antes de salir de vacaciones y fue ahí
justo donde nosotros llegamos. Las tres semanas fueron muy intensas,al saber
que estaríamos muy poco, queríamos aprovechar y pasar todo el tiempo conviviendo con la comunidad.
De lunes a viernes las
actividades iniciaban a las 8:00 a. m. Todo comenzaba con una asamblea muy
enérgica en el patio
del centro, en donde
se dividían en cuatro grupos
por colores. Cada grupo tenía ya preparada una porra con coreografía, y
verdaderamente nos sorprendió la energía y alegría con la que se iniciaba el
campamento. Después de la asamblea
iniciaban las clases,
que finalizaban a las 11:30
a. m. A las 12:00 p. m. era la
hora de la comida; después había un pequeño descanso, que casi siempre era
seguir jugando. A las 2:30 p. m. oficialmente comenzaban las actividades de juego, en donde las madres ya tenían organizada una serie de dinámicas
para pasar la tarde. A las 5:00 p. m. se rezaba el rosario en el patio, y
durante ese tiempo las niñas aprovechaban para hacerse trenzas y también para
estar tranquilas. Al finalizar,
comíamos la merienda y a las 6:00 p. m. ya totalmente oscuro, se reunían todas
las niñas en un salón para ver un programa de televisión en un ordenador
pequeño. A las 7:00 p. m. se servía la cena y ya para las 8:00 p. m. era la
hora de dormir. Los fines de semana el programa era parecido, pero sin tener
las clases de la mañana.
El campamento de verano estaba
dividido en cinco grupos (costura, brazaletes, bricolaje, francés
y español). Francisco eligió dar el curso de español y yo el de francés. En mi grupo había 11 niñas
de entre 13 y 16 años. Una de
las dificultades que tuve
fue que no todas tenían el mismo nivel, algunas ya lo hablaban y
escribían muy bien, y otras tenían un nivel más bajo. Además, yo no soy
profesor y no contaba con experiencia para enseñar en esos casos. Por ello,
organicé talleres de cocina, pintura, manualidades y juegos, en donde se
aprendía francés de una forma más didáctica y fácil de gestionar. Para las niñas era más interesante y a la
vez raro que un hombre les
diera clases de cocina y pintura.
En una ocasión, una de las niñas se acercó a preguntarme si en mi país era
normal que un hombre enseñara eso; decía que hacíamos muchas cosas que normalmente estaban
destinadas a que las hicieran
las mujeres (cocinar, lavar la ropa, lavar los trastes, pintar, etc.).
También tuvimos la oportunidad de
convivir con las hermanas salesianas del centro: Sor Dora, Sor Colombe,
Sor Hantatina, Sor Crisantine, Sor Olga y Sor Catherina. Todas ellas con una generosidad, paciencia y vocación
admirables. Fue muy interesante y enriquecedor compartir tiempo con ellas,
conocer más sobre su vocación y experiencias de vida, además de que fueron de
gran apoyo para poder hacer el voluntariado.
Durante el
voluntariado sentía que nuestra aportación de ayuda no era lo suficiente para
poder solucionar los problemas que veíamos pero
al terminarlo comprendí que con el simple hecho de estar ahí presentes ya se
tenia un impacto positivo a la comunidad . El último día fue especialmente emotivo. Las niñas
estaban tristes porque el
campamento terminaba y se irían mes y medio de“vacaciones”. Poco a poco, sus
familiares fueron llegando para recogerlas.Varias niñas se acercaron a
despedirse y agradecer nuestra presencia. Nos decían que habían aprendido
mucho, que se habían divertido .Ese momento nos confirmó que, aunque fue breve,
el voluntariado había dejado una huella, tanto en ellas como en nosotros.
Al finalizar, tuvimos la
oportunidad de conocer el país. Vimos paisajes hermosos, reservas naturales,
animales y plantas endémicas, pero también tuvimos una visión más amplia de la
situación tan fuerte de pobreza, falta de servicios públicos básicos, desnutrición
y escasez de oportunidades para desarrollarse. Nos dimos cuenta de la
importancia y responsabilidad que tiene la presencia de instituciones, ONG y
voluntarios, ya que con pequeños
o grandes gestos se puede mejorar la situación en la
que se encuentran llevando un poco de
esperanza .
- Las madres les tenían preparada una excursión sorpresa a un parque de juegos donde pasamos todo el día .Fue muy divertido y de los mejores días del voluntariado .
- El domingo era un día especial donde nos juntábamos con la casa de salesianos para pasar juntos el oratorio y en donde se abrían las puertas para que todos los niños vinieran a jugar , en ocasiones se podían juntar mas de 500 niños.
- Las hermanas salesianas , muy alegres y con gran vocación para ayudar a las niñas