Esta
experiencia como voluntaria nació del sueño de hacer algo que creía justo; de
la ilusión de conocer otras realidades, de aprender, compartir y transmitir lo
aprendido. Después de algunos voluntariados nacionales, creí que era el momento
de ir más allá, de recibir una buena dosis de realidad diferente a la que vemos día a día y sobre
todo, de aprender.
Después
de un curso de formación en la ONGD Madreselva, en el que nos dieron formación
en primeros auxilios, salud, cooperación, resolución de conflictos, talleres,
habilidades sociales, etc. llegó el momento de elegir destino y proyecto. Se
habló de muchos interesantes pero ninguno por el que me hubiera decantado sin
dudar…Y de pronto apareció Camboya como nueva posibilidad. No sé si al resto de
voluntarios les pasó algo parecido con sus elecciones pero yo sentí una
conexión brutal con este lugar y con este proyecto desde el primer segundo, y cuando
llegué entendí por qué.
Después
de un viaje agotador de 26 horas y cuatro aviones distintos, Sister Gema me
recogió en el aeropuerto de la capital, Phnom Penh, aún lejos de la ciudad en
la que iba a vivir, Battambang.
Cuando
por fin llegamos al centro estaban todas las niñas y las hermanas esperando en
el porche. El recibimiento fue emocionante. Esa misma noche tuve la oportunidad
de dirigirme a todas ellas (con ayuda de una de las hermanas que traducía) y
contarles las ganas que tenía de estar aquí, las ganas que tenía de aprender de
ellas y de enseñarles todo lo que pudiese, y las sensaciones tan buenas que había
tenido desde el primer momento que puse un pie en la casa. Me hicieron sentir
en familia desde el minuto uno, sin hablar el mismo idioma y sin habernos visto
nunca antes. La hermanas también me acogieron como si fuese una más en la
comunidad.
Mis
funciones principales aquí son: enseñar inglés, baile y voleibol; encargarme de
las fotos cuando vamos a visitar a las familias de las chicas (cosa que hacemos
casi todos los sábados); enseñar un poquito de inglés a través de bailes y
canciones en algunas escuelas infantiles; y ayudar con algunas traducciones. ¡Me
encanta mi trabajo!
Llevo
cerca de dos meses aquí y aunque se han pasado volando han sido intensísimos. La
sensación que tengo es de estar completamente en otra realidad, diría que hasta
en otra vida. Lo que creía imprescindible allí aquí ha perdido toda la
importancia. Mis preocupaciones, miedos y prioridades han cambiado
radicalmente. Diría que la vida aquí no puede ser más bonita, lo que no
significa que la realidad lo sea, sino que cada cosa que se hace tiene sentido;
el tiempo y la energía están perfectamente invertidos. El sentido de familia,
de compañerismo y de generosidad van mucho más allá de lo que conocemos allí, o
por lo menos de lo que yo había experimentado.
Por
supuesto que también hay dificultades. El idioma puede ser una barrera muy
grande y puede llegar a ser frustrante no ser capaz de comunicar más. En
seguida empecé a conocer más a las chicas y sus historias, a cogerlas cariño y
a preocuparme por ellas. Las siento de alguna forma como mis hermanas pequeñas,
las quiero y me preocupa que estén bien. Cuando veo a alguna un poco más triste
o seria de lo normal, daría lo que fuera por hablar su mismo idioma para poder pasar
de las conversaciones superficiales que podemos tener en inglés o las nulas que
podemos tener en khmer, que por cierto es súper difícil.
Sin
duda una de las cosas que más me ha sorprendido ha sido lo divertida que puede
ser la vida con hermanas. No es que tuviera prejuicios porque realmente conocía
poco acerca de lo que era la actividad diaria que ellas hacían aquí, pero nunca
imaginé que iba a pasármelo tan bien con ellas. Creo que he tenido muchísima suerte
con la comunidad en la que he ido caer, son divertidísimas y me hacen sentir en
familia en todo momento.
En
estos dos meses he tenido la oportunidad de conocer realidades muy distintas,
algunas bastante duras; de compartir, divertirme, aprender y abrir mi mente; de
pasar tiempo sola y conocerme mejor; de sentir muchísimo amor, más del que
había imaginado; de sorprenderme y emocionarme; de enseñar alguna cosilla; de
conocer a gente extraordinaria… Y sobre todo, después de estos dos meses puedo
decir, que creo cada día más en las personas que trabajan por amor. Me parece
un trabajo puro y no puedo describir lo feliz que me hace estar formando parte
de eso.
Aún
me queda mucha experiencia por delante pero sé que ya ha cambiado algo en mí.
Animaría a cualquier persona a vivir algo parecido.
Gracias
Madreselva por la genial formación y por la seguridad que dais a vuestros
voluntarios. Y gracias Cristina por el apoyo incondicional.
Un
abrazo fuerte desde Camboya!
Chum
Rieb Lie!! (Adiós!!)
Sara Clabo
Podéis seguir a Sara en su blog: http://diariodeunavoluntaria.blogspot.es/