.jpeg)
Si tuviese que describir que ha sido para mí vivir la experiencia como voluntario habiendo participado en el proyecto de cooperación internacional de la ONGD MadreSelva de las Hijas de María Auxiliadora de España, el pasado mes de agosto, en el Hogar Casa Maín en la ciudad boliviana de Santa Cruz de la Sierra, esa descripción la comenzaría respondiéndome a la pregunta: ¿Qué he recibido?
En primer lugar, ser consciente de que la vida y tu tiempo en ella es para entregarlo, para darlo a los demás. No participé en este voluntariado pensando qué iba a recibir o a ganar personalmente, todo lo contrario. Mi estímulo giraba en torno a qué sería capaz de entregar, de dar… y esta experiencia me ha dicho que cuando en realidad te entregas realmente recibes en la misma medida. No participas esperando recibir algo a cambio, es cierto, pero esta experiencia me ha enseñado en primera persona que te llena inmensamente todo aquello que la gente a quien tú vas a ayudar es quien a ti te ayuda, te alimenta, te “reajusta”.
Te planteas que haber nacido en esta cara del mundo, en este escaparate del supuesto Primer Mundo, tiene un significado que va más allá. Ver a través de la mirada de Dios te hace comprender que no nacemos para nosotros mismos y que la casualidad de nacer en una familia que te ha querido, educado y permitido formarte, en un entorno seguro, digno y justo en la medida que puede ser justo y en un tiempo de oportunidades sociales, educativas, sanitarias… que has podido aprovechar, te ha permitido construirte para un proyecto que va más allá de ti, ya que uno, cada uno, es un instrumento del Amor de Dios hacia los demás, hacia este mundo, hacia esta Casa Común para cuidarla y hacer de ella un hogar más justo, más digno, más equilibrado, más humano.
Este voluntariado ha hecho en mí, y todos los días lucho por tenerlo presente, vivir en actitud constante de gratitud a Dios por todo. Desde los más cotidiano, lo más insignificante hasta lo más complejo o complicado: abrir los ojos cada mañana para continuar un nuevo día, ir a la nevera y encontrarte alimento, sentir cansancio por el devenir de la jornada o de una acción, caminar tranquilo por la calle sintiendo frío o calor, encontrarte con otro, con otros y compartir tiempo, misión, vida, ser consciente de la capacidad de soñar y proyectarte para avanzar…
Y, por último, he experimentado como en estos lugares de misión se hace evidente, gratificante evidencia, la activa, comprometida y constante acción de la Iglesia. Como en unidad y fraterna cotidianeidad viven todas las expresiones de Iglesia y esa comunión se traduce en fortaleza, en camino compartido y en respuesta a los más pobres y necesitados.
Cuando ya ha pasado más de un mes de la vuelta a España, tengo muy presente todos los días a las niñas del Hogar “Casa Maín”, a esas sesenta y seis niñas que son luz y son un proyecto de vida cada una de ellas. A las cinco Hijas de María Auxiliadora que forman la comunidad FMA de esta casa que con entrega y vocación dan calor familiar para que sea una segunda oportunidad a las niñas y jóvenes. A Andrea, voluntaria ecuatoriana, con quien ha sido un regalo compartir este tiempo de voluntariado, de quien tanto he aprendido y tanto he compartido.
Inmensamente agradecido a MadreSelva por la oportunidad de haber participado en esta experiencia transformadora y tan enriquecedora, deseo acabar invitándote a continuar dando la vida por los demás, allá donde estés, donde estemos, a darla en aquellos lugares donde toda mano siempre es necesaria, donde entregarte sea un gesto del Amor de Dios y, especialmente, en aquellos lugares en los que la presencia de las Hijas de María Auxiliadora llegó gracias al SÍ MISIONERO de seis valientes Salesianas que un 14 de noviembre de 1877 salieron de Italia para llegar a Uruguay y con ello la expansión del Instituto FMA más allá de Europa. Gracias a ellas y a otras muchas Hijas de María Auxiliadora que continuaron sus pasos he tenido la increíble oportunidad de esta experiencia de voluntariado en Bolivia. ¡Gracias!
César – La Roda