martes, 24 de julio de 2018

 VOLUNTARIADO EN CASA MAIN 2018




Los aeropuertos- aviones son lugares fríos, impersonales, pero dan un tiempo precioso. Esas horas sirven para leer, dormir, pensar y escribir. A pesar d la rapidez d los viajes actuales, el avión sirve para cambiar la cabeza del hogar casa Main- Bolivia a Huesca. 

Ha sido un mes rodeada d 85 niñas, 9 sores, 5 voluntarios, 4  educadoras y 1 cocinera.

¿Qué se hace en un mes d voluntariado?

No se que  decir. Poco y muy diverso. Matemáticas , divisiones, sumas y ecuaciones de  2º grado, hacer cubos y pirámides de cartulina, ayudar con las tareas del cole,  ir a misa, rezar el rosario, jugar a un bingo de animales, llevar a las niñas al cole, jugar al fútbol, jugar al UNO, hacer pulseras, jugar a la pelota quemada ( balón prisionero), bailar, reír, correr…

Conocer a Pepa,  una niña que con 12 años, va a 1º de primaria, tiene una discapacidad por los golpes que de pequeña  recibió en la cabeza. Y a Lola que vendía chicles en un cruce de carreteras y ahora  con 6 años está  en el hogar,  en la misma clase que Pepa y muy contenta con aprender.

Compartir el día a día, vivir y ya;  algo que a veces se nos olvida en este considerado el primer mundo. 

Feliz inicio de curso.

ACP

martes, 19 de junio de 2018


DESPEDIDA DE TEGUCIGALPA


Ayer me despedí de los muchachos y muchachas, como balance de la experiencia creo que me ha aportado a mí más que a los chicos. He visto y vivido situaciones que en España por suerte no se viven, te das cuenta de otras realidades y de que hay gente que pese a todo las afronta como si día a día.

En estas semanas hemos seguido con los chicos jugando, ayudando y animando que a muchos les hace falta. Junto al chico que se quería suicidar porque su madre le decía que no le quería y que mejor no hubiera nacido; otra chica salió del hogar hacia los servicios sociales porque detuvieron al padrastro por abusos, con lo que está la abuela luchando por la patria potestad y que vuelva al hogar.

Muchas de estas situaciones (que son muchas más) quedan fuera de nuestro control, al chico le intenté orientar y darle un propósito, cosa que creo que surtió efecto.

Como ya sabíamos es poco lo que podemos hacer, pero así mejoramos la situación de estos chicos y de Honduras un poquito más, aunque falte mucho por lograr.

La foto esta movida y la calidad podría mejorarse, pero creo que refleja mejor lo que es estar con estos chicos, como estar rodeado de aguas revueltas pero pese a todo con una sonrisa.

Solo agradeceros la formación y la oportunidad que nos habéis brindado para querer hacer un mundo mejor.

martes, 12 de junio de 2018

 Continua el voluntariado en Tegucigalpa (Honduras)

Han sido unas semanas más light, en primer lugar porque los chicos estuvieron de vacaciones durante una semana y aprovechamos Eduardo y yo a hacer excursiones con otros salesianos a playas y otros sitios pintorescos de Honduras.

Esta semana, no se ha hecho dura la vuelta de los chicos pero si que se nota que, tras un mes, yo empiezo a ser parte de la rutina como un educador más, lo cual tiene su parte positiva en el plano afectivo y su parte negativa en el exceso de confianza que algunos cogen. Esta semana que viene llegan la sobrina de Eduardo y su amiga con lo que habrá un cambio de dinámica ya con más voluntarios con los que repartirnos el trabajo.


Los niños como ya te conté tienen todo tipo de situaciones que luego se trasladan al hogar – unos nos robaron, otro ha manifestado que se quería suicidar y otros que tienen muchos problemas por detrás -, hago frente a estas situaciones como se puede.


Esta semana también nos vino otro contenedor de Canadá que tuvimos que descargar, tuvimos venta con la gente del barrio para ayudarles y dimos becas que son ayudas gratuitas a las familias; lo cual ha conllevado mucho trabajo. En mi tiempo libre, preparo algo para los chicos, estudio, leo o me pongo al día con la gente de España.






Javier

 Dos primeras semanas en Honduras




Tras el largo viaje que ha sido llegar hasta Tegucigalpa, ya me incorporé al trabajo con los chicos, son unos 30 en total que se quedan en el hogar entre semana y les ayudamos en el día a día y luego los fines de semana se van con sus padres, tíos o abuelos (según la situación familiar de cada uno).

Yo me encargo de estar con ellos, jugar con ellos, instalar programas educativos en los ordenadores y ayudarles en las tareas de la escuela. También ayudo en el hogar y en la organización de la bodega, ya que cada dos semanas llega un cargamento de Canadá con multitud de cosas que vendemos dos veces a la semana o se lo damos en forma de becas a las familias.




En el tiempo libre, estudio para un examen que tengo en agosto o vamos de excursión a algún sitio o visitamos a alguien en su casa. La gente por lo general es muy alegre y despreocupada, y el ambiente aunque con bastante pobreza no he sentido la inseguridad que esperaba, aunque si que he visto bastantes armas y militares, será que no he ido por los barrios de las maras.


Con los chicos hay situaciones de todo tipo, con familiares en la cárcel, muertos, en la prostitución o en las drogas; sin embargo, por lo general, a los educadores nos respetan y nos muestran cariño que es lo que necesitan. Entre ellos muchas veces se pelean y se insultan, y ha habido alguno que ha mostrado su intención de suicidarse, todo por el ambiente en el que viven en su casa.


Con todo, la experiencia muy buena, lo peor están siendo los mosquitos y el quemado que me he llevado de un día de piscina que no me deja ni dormir. Esta semana que viene, los chicos tienen vacaciones así que nos vamos un día a la playa y luego por la zona de Tegucigalpa a conocer un poco con los salesianos.


En las fotos se ve un campo de fútbol de al lado de la casa, como veréis todas las casas son muy humildes, al estilo de las favelas; y los chicos mientras estoy con ellos en la sala de ordenadores.

lunes, 12 de junio de 2017

 “El mejor mes de mi vida” (en Mozambique)




La verdad es que no sé muy bien cómo empezar a resumir el mejor mes de mi vida, cómo

retratar con palabras las experiencias que he tenido y describir sin quedarme corta a las personas

tan maravillosas que he conocido.


Me llamo Cristina y este verano (2017) he estado 32 días en Maputo, Mozambique.

Llegué un caluroso, pese a ser invierno, día 12 de julio y ya en el aeropuerto nos estaban

esperando las que más adelante se convertirían en mi segunda familia, Irmã Orsolina, la directora

de la casa, e irmã Emilia, la directora de la Escuela Dom Bosco de Infulene. No hay mayor alegría

que llegar nerviosa a tu primera vez en África y que te reciban con tanto amor y hospitalidad.

En mi caso no iba sola, me fui con un amigo, y nada más llegar nos enseñaron nuestros

cuartos y nos presentaron a Tommaso, otro voluntario italiano que llevaba ahí un par de días y a

las demás hermanas de la casa; irmã Digna, irmã Anna y Atalia, una novicia de mi edad que

estaba ahí por un mes. Fue increíble como nada más bajar del coche, todos los alumnos de la

escuela se agolparon a nuestro alrededor y empezaron a cantarnos una canción de bienvenida, a

abrazarnos y a preguntarnos cosas. Pese a la limitación que pensamos podía ser el portugués, no

hubo ningún problema y nos entendíamos perfectamente.


Durante la primera semana nuestras labores fueron ayudar en lo que pudiésemos por las

mañanas en la casa de las hermanas y en la escuela – en mi caso fue estar con Atalia preparando

las decoraciones para la fiesta de los 60 años de vida religiosa de irmã Orsolina – y por las tardes

teníamos dos horas de oratorio. Era maravilloso ver llegar a todos esos niños, queriendo

conocerte y queriendo tan solo pasárselo bien. En este caso los niños del oratorio eran niños del

barrio, algunos alumnos y de edades entre los 3 y los 16 años aproximadamente. Yo siempre me

quedaba con los más pequeños y con los que quisieran colorear, saltar a la comba, jugar en los

columpios, etc. Eran probablemente las horas más felices de mi día y lamentaba cuando había

que reunirlos para rezar porque se tenían que volver a sus hogares.

El oratorio duró dos semanas de lunes a domingo, menos los sábados que era nuestro día

libre para visitar la ciudad o ir a donde quisiésemos.


Cuando llegamos tuvimos la gran suerte de poder asistir al festival de fin de curso del

colegio, porque les daban las vacaciones esa misma semana. Era muy divertido ver los bailes y

canciones que habían preparado todos los niños por su cuenta en honor a los profesores y a la

escuela.


Los domingos íbamos a misa con las hermanas y era genial, la misa se desarrollaba en

dos idiomas, portugués y shangana, su dialecto, y estaba llena de canciones y música.

Ya la segunda y la tercera semana comenzamos las “actividades de férias” (clases de

vacaciones). Eran todas las mañanas de lunes a viernes y en mi caso daba “Iniciación a la lectura

y la escritura”, obviamente en portugués. Cuando me lo dijeron me asusté un poco por no saber

yo perfectamente portugués, pero al final fue fácil y con su esfuerzo era fácil hacer de todos

(aunque no quita que, como todos los niños, fueran un poco gamberros). Mentiría si dijera que no

me dio muchísima pena cuando se acabaron las clases; ya me había enamorado de mis 18 niños

que reían, cantaban en español, intentaban mejorar su caligrafía o se esforzaban por leer, pero

siempre sacándome una sonrisa.


Por fin llegó la fiesta de irmã Orsolina, con ella su familia italiana, y fue una experiencia

increíble. Asistimos a una misa con el obispo, con todas las hermanas salesianas, las novicias y

toda la gente de la comunidad que después vinieron a la escuela a comer y disfrutar de una tarde

de actuaciones, de festejos y de felicidad. Todos íbamos vestidos con nuestras capulanas

especiales para la fiesta, yo on un vestido hecho especialmente para ello y que guardaré siempre,

y no podíamos evitar el sonreír en todo momento.

Cuando finalizó el día me tuve que despedir de Atalia, que volvía al noviciado, y de

Tommaso, que se iba a otra misión. Sin embargo la felicidad que sentíamos todos hacía que

supiésemos que eso no era un adiós.


La última semana tuvimos la suerte de que nos llevaron a Bilene, una playa paradisíaca al

este del país junto con irmã Orsolina y su familia. Fueron dos días muy entretenidos y conocimos

a unos niños de un orfanato que vivían en casa de las hermanas.


Pablo y yo pudimos recorrernos los demás días Maputo y conocer todos sus tesoros, como

la feria de artesanía, gastronomía y flores de la ciudad. Sin olvidar los viajes a los centros de

inmigración para prorrogar los visados que al final nos costaron una multa. Además ayudamos a

irmã Digna a usar ciertos programas de ordenador y preparamos nuestra fiesta de despedida que

íbamos a celebrar con los niños en el último oratorio que íbamos a estar.

Los niños lo pasaron genial, teníamos música, globos, pompas de jabón y muchos dibujos

que colorear; hubiera querido que esa tarde no terminara nunca.


Lamentablemente llegó el momento de volver y la cena de despedida. Pablo y yo hicimos

tortillas de patata y un bizcocho pero realmente es que todo es poco para agradecer a esas cuatro

hermanas todo lo que habían hecho por nosotros. No pude evitar que se me cayeran las lágrimas

por todo el amor que sentía por ellas, por su labor, por su país y por su comunidad. Sinceramente,

estaría loca si no las llevara para siempre en mi corazón.

 Experiencia de Voluntariado en Mozambique



La experiencia en Mozambique, ha sido una experiencia inolvidable que espero repetir, en Mozambique o donde sea. Nada más llegar nos recibieron las hermanas Emilia y Orsolina y nos llevaron a la escuela, donde íbamos a trabajar y a vivir el mes de voluntariado.

En las fechas en las que llegamos, los niños de la escuela tenían vacaciones, pero durante estas podían apuntarse a unas actividades extraescolares que duraban dos semanas y consistían en talleres de música, refuerzo de lectura y escritura, bordado y crochet, baile y deporte. Yo estuve en la actividad de deporte, que era a la que más niños asistían (se nota lo que les gusta). Estas actividades tenían lugar de 8:00 a 11:30 de la mañana.

Los domingos había actividades de ora



torio en la escuela con todos los niños que quisieran asistir (normalmente de la calle, de la escuela no asistía casi ninguno), pero cuando llegamos pudimos realizar actividades de oratorio todas las tardes durante dos semanas. En ellas, yo jugaba con los niños de entre 7-14 años al fútbol sala, pero también había fútbol en un campo de tierra y actividades de pintura, dibujo y comba con los más pequeños preparadas por Cristina.

Allí coincidimos Cris y yo con Tommaso, otro voluntario que venía de Italia, pero solo se quedó dos semanas y luego cambió de destino.

Los sábados y los domingos los teníamos libres, pero los domingos íbamos a misa con las hermanas y luego nos quedábamos en la escuela para ayudar en todo lo posible, ya que Doña Ricardina, la cocinera, libraba.

El primer sábado fuimos con Mario, que realizaba trabajos de artesanía para las hermanas en la escuela, a Macaneta, que es una playa preciosa cerca de Maputo y a la vuelta (íbamos en una “chapa abierta”, que es una camioneta) nos tocó compartir la parte de atrás de la camioneta con una cabra, dos cubos de pescado y mucha más gente, aunque ellos iban con toda la normalidad del mundo y nosotros nos agarrábamos con todas nuestras fuerzas al borde de la camioneta.


En resumen, ha sido una experiencia muy enriquecedora y divertida, a pesar del trabajo y seguro que repetiré en el futuro, porque se conocen personas, lugares y culturas que te cambian la perspectiva de la vida.

Las fotos son haciendo mi primera tortilla de patatas con Irmã Digna, hay dos con los niños de oratorio y otra con Cris y los niños de la escuela.

¿QUE HARAN AHORA EN EL FOYER?




Esa es la pregunta que me surge en mi día a día. Y eso es lo que me hace ver, en mi realidad de todos los días que esto es OTRO MUNDO.  Alguien  me dijo una vez,  parece raro que mundos tan diferentes estén en el mismo planeta. Pues eso, somos 2 galaxias diferentes: el norte y el sur.

Hoy es sábado y a las 14 horas yo preparaba la comida en Huesca  y en el foyer de Ivato están haciéndose trencitas. En Madagascar hay mucha mezcla, es un país medio Asia medio África, hay niñas con ojos achinados, con pelo liso y otras con pelo muy muy rizado como los africanos. Los sábados en el foyer (=internado en francés) es día de limpieza. Por la mañana se hace la colada, allí no hay lavadoras y todas las niñas lavan su ropa en el lavadero. Con ese mismo jabón se duchan y lavan el pelo. Hay niñas de 5 a 18 años, en total 54. Algunas huérfanas de madre, de padre y otras simplemente con familias pobres que no pueden ni dar de comer ni una educación. Después de la colada hay la gran ducha, con pelo y revisión posterior para ver que nadie se escapa al agua. Hay un rato para estudio, normalmente al sol. Las niñas estudian sentadas en la hierba o  escaleras y yo pregunto después la lección. Y a las 12, porque en Madagascar se sigue el horario francés, se come. Arroz, verduritas y algo de proteínas;  a veces un trocito de carne, a veces un huevo duro, a veces atún. Por la noche y en el desayuno también arroz, pero sin proteínas. Después de comer hay tiempo libre para hacer  trencitas, también al sol.  En África se está mucho fuera de casa, se aprovecha la calle para hacer mil cosas. El resto de  la tarde se hace deporte o a veces se ve una peli. A las 18 horas ya es de noche en Ivato, y a las 19:30 se cena. Los horarios son muy diferentes, en Madagascar se va con el sol, las niñas se levantan a las 5:30 y se acuestan sobre las 20 horas.

¿Qué he hecho este año en Madagascar? Dar clases en una escuela de FP, ayudar en el estudio a las niñas del foyer, jugar con ellas, lavar con ellas…compartir mí día a día con 54 niñas y  7 sores. Simplemente ESTAR, que parece poco pero en la vida no deberíamos aspirar a mucho más.


1 saludo


Ana


Pd- Hoy me he enterado que la OMS ha declarado epidemia de peste en Madagascar, una enfermedad que se trata con antibióticos, pero que si no se pilla a tiempo es mortal. Y aquí en el norte nos suena a edad media…2 galaxias…