12 de agosto
de 2013, Épila (Zaragoza)
Me traslado
de nuevo a El Salvador. Ya un mes aquí. Casi once desde mí llegada a allí.
Recuerdo,
evito que las lágrimas vuelvan a caer. Ya me lo dice mi padre, “¡¡si por mis
lloros fuera, inundado estaría el mundo!!”.
Las Hermanas
me esperaban ya, las reconozco entre sueño y cansancio, entre una multitud de
sentimientos que me trasladan a mi nuevo hogar.
Primeros
días de conocimiento y presentaciones, de ubicación y sensaciones que no dejan
todavía ahora de surgir.
No
hay tiempo que perder, proyectos, mujeres, niños y sonrisas… Mi camino empieza
aquí.
Primera
reunión, papás que miran con curiosidad, queriendo saber qué es exactamente lo
que hacía allí. Sonríen, cuestionan. Sus hijos vendrán pronto, quisiera
conocerlos ya.
Llegó
el día, mi acento les inquieta, me preguntan de dónde vengo y por qué allí.
Empieza
mi escucha, empiezo a sentir desde los primeros días que no me quiero alejar:
"Quiero Crecer, Quiero Aprender", primer proyecto que en marcha
pudimos poner.
Eso
es lo que aún ahora sigo haciendo yo. Aprendí, crecí…convirtiendo mis horas con
ellos en las mejores de mis días allí. Niños que a cambio de nada dan, caras
que sonríen y te hacen olvidar que existen días malos, pequeños corazones que
agarraron el mío a cambio de tan poquito que yo les haya podido dar.
Primeros
días que pasaron volando, horas en las que quise tantas veces el tiempo parar,
cogerles de sus manos, sonrisas que me devolvieron la mía incluso cuando la
olvidé.. Momentos en los que pienso en no pensar, sin fronteras ni distancias,
sin tiempo ni cielo que perder, construyendo un paraíso, así es como ellos lo
quisieron llamar.
Pasaron
horas y momentos, días en la Fundación en los que verme en otro sitio no fui
capaz, en los que ellos se convirtieron en mi fuerza, en esa ilusión que tantas
veces los adultos olvidamos atrás.
Y
hay algo que quisiera recalcar, que gracias a las Hermanas estos niños, mujeres
y familias, tienen un lugar en el que poder saber qué lejos pueden llegar.
Sueñan con ellos sin obviar la realidad, luchan por inculcar valores que
cualquiera de nosotros deberíamos tener. Que gracias a esa pequeña y gran
Fundación en la que yo puede estar, existen nuevo proyectos: Huertos, nuevas
casas, becas y recursos, talleres y formación que ofrecer.
Ya
diez meses desde mi llegada, diez meses en los que ellos son parte de mi, en
los que las Hermanas me han hecho sentir como en mi casa desde el minuto uno en
el que llegué, diez meses llenos de ilusión, en los que todos ellos ya son parte de mi. Pude tener un
día horrible, ellos hicieron que todo eso quedara atrás, que mis horas se
convirtieran en el mejor de mis días, capaces de hacer que ahora sea quien soy.
Gracias
Madreselva, gracias una y mil veces más.
Alejandra Cortés – Voluntaria en El Salvador desde octubre 2012
hasta julio del 2013
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