Escribo
esto a luz de una vela en Bangalore a 23 de mayo de 2012.
Parece un tópico ya manido decir que La India es una
explosión de sonidos, colores, olores y sabores, pero si algo puedo destacar de
este primer mes de estancia en La India como voluntaria de gestión de proyectos
de Madreselva, son las personas, algo que a veces en el caos de la vida
cotidiana queda soterrado.
La calidad humana y profesional de las Hermanas,
está más allá de toda duda, son amables, hospitalarias, tiernas y trabajadoras.
Además, el contacto con la gente es lo que te permite sobrellevar día a día:
las horas de viajes, el cansancio, la añoranza, el picante en las comidas, el
calor, los cubos de agua helada o la búsqueda de agua mineral.
Las personas que he conocido no sólo eran
beneficiarios de los proyectos de Madreselva, sino que también eran vecinos del
pueblo o gente de paso. Aun así me daban las gracias por estar allí, por
saludarles, por entrar en sus casas, por hablar unas pocas palabras de
malayalam, tamil, canara o telugu. Son seres tolerantes, curiosos, respetuosos
y sonrientes. Si bien esto no es un tratado antropológico, sí es una forma de
explicar la huella que estas personas desinteresadas están dejando en mí.
Las mujeres son amables y muy simpáticas, todas
quieren saber más de ti: tu nombre, tu trabajo, si estás casada, si fue un arranged marriege, si tienes hijos,
hermanos, los nombres de tu familia, tu país, pero sobre todo quieren saber si
te gusta su pueblo, su casa, sus ropas, su comida… Buscan un punto de conexión
y les encanta tu color de piel o de pelo. Mientras tu piensas que esta palidez
occidental no sienta bien a casi nadie; que el tinte está dejando entrever tu
color original, más similar al de ellos; y que los mosquitos te están enrojeciendo la piel, porque por supuesto solo
les gusta la sangre extranjera.
Los niños y las niñas, tienen reacciones diversas:
la mayoría de las veces son cariñosos, curiosos y quieren jugar, pero también
los bebés lloran o se esconden y es que en este mes he visitado regiones que pocos
occidentales pisan a lo largo del año. Además quieren saber de ti, quieren
fotografiarse contigo (aunque lo que más les gusta es verse después reflejados
en la cámara), llaman a los vecinos para que vengan a saludarte y quieren
explicarte en las pocas palabras de inglés que conocen qué hacen, qué estudian
o cómo se juega al cricket, deporte de masas en el país. Después de hablar,
jugar y bailar con ellos y verlos en diferentes circunstancias y situaciones, descubres
que tienen una bondad muy llamativa para su edad, son obedientes por lo general
y muy aplicados, aunque claro son niños. Al final de la conversación siempre
dirán thank you, con ese peculiar
acento suyo.
Los hombres son más serios, contenidos y distantes,
aunque una vez que les saludas sonríen bajo su imperturbable bigote. Se
parapetan detrás de las mujeres y los niños, pero por lo general son igual de
curiosos y les llena de orgullo que hables con ellos o explicarte cualquier
cosa.
Los jóvenes son adolescentes como en cualquier lugar
del mundo y sonríen a tu paso, pero se sonrojan si les hablas, y las jóvenes
son muy tímidas y calladas, pero en cuanto pueden se acercan y comparten su
vida sin tapujos contigo.
Por supuesto la riqueza de La India es que estas
características se entremezclan, cruzan y generan relaciones singulares cada
día según la persona y el momento. No puedo generalizar con lo poco que conozco,
pero estos son algunos rasgos que he observado, y se puede decir que las
personas son el mejor capital que tiene este país. Si alguna vez has oído el
tópico de que los indios son pesados con los extranjeros, puede ser, en zonas
turísticas sucede, pero en el interior de La India, en sus pueblos y callejas
te ayudarán a encontrar una calle, a salir de un apuro, te invitaran a
cualquier cosa con tal de que compartir un instante contigo y conocer, sociables hasta el final.
Tatiana Villacieros (Voluntaria de Gestión de Proyectos)
muy descriptivo y super interesante y emotivo lo que cuentas
ResponderEliminarsandra, voluntaria