Hace mes y medio que
llegué a Mozambique para realizar el seguimiento de los proyectos que la
Fundación Madreselva lleva a cabo en este país. Por el momento estoy en la zona
sur del país. Voy viajando de proyecto en proyecto según las necesidades y por
lo que he podido conocer a varias de las comunidades de las hermanas
salesianas, contraparte local de gran parte de los proyectos de la Fundación
Madreselva que actualmente se extienden en 11 comunidades a lo largo de todo Mozambique,
promoviendo actividades de desarrollo de los colectivos más vulnerables y desfavorecidos,
especialmente infancia, juventud y mujeres.
Mozambique vivió un
periodo de guerra de independencia desde 1961 hasta 1974, seguida de una guerra
civil hasta el 1992, cuando se firmó el acuerdo de paz que puso fin a los
enfrentamientos. Las hermanas salesianas llegaron a Mozambique en el año 1952,
por lo que la mayoría de ellas tienen muchas historias interesantísimas que
contar, son vivos testimonios de tiempos de guerra, ataques, hambruna,
epidemias, inundaciones, etc. Es verdaderamente admirable el trabajo de las
hermanas. Pararte por un momento a pensar que muchas de ellas llegaron aquí en
pleno conflicto para ayudar a los más pobres y nunca han perdido sus ganas de
dar el máximo por el pueblo mozambicano.
En concreto, recuerdo
muy bien la primera historia que me contó la hermana Orsolina de Namaacha.
Cuando ella llegó a Mozambique desde Brasil en pleno conflicto, la carretera
que une Maputo (la capital) con Namaacha sufría constantes ataques, ellas se
veían obligadas a hacer ese trayecto con la balas pasando por su lado, un
camino que antes estaba lleno de animales como cebras o jirafas y que la guerra
se llevó. Pude ver la emoción en sus ojos con destellos de lágrimas al recordar
esos tiempos, no tan lejanos, en que se escondían en la casa a la espera de que
pasaran los ataques, siempre juntas, ayudando en todo lo que podían a las
gentes del pueblo.
Tras la independencia
de Mozambique, el régimen comunista arrebató los bienes de los ciudadanos,
incluidas a las hermanas, que más adelante fueron devueltos en penoso estado.
Gracias a la ayuda de proyectos como los emprendidos por Madreselva se ha
podido reconstruir los edificios derruidos tras la guerra e incluso construir
otros de obra nueva para atender a las necesidades de los ciudadanos. La comunidad
de Namaacha actualmente tiene un orfanato, una guardería, una escuela primaria
y otra secundaria, varios huertos y la casa de las hermanas. Todavía a día de
hoy se pueden encontrar partes del centro que no se han podido rehabilitar tras
la guerra y que siguen respirando ese aire decadente, como el salón de actos de
la escuela, que a pasar de que un grupo de voluntarios pintó sus paredes,
carece de sillas, el techo está lleno de agujeros con las consecuentes
inundaciones cuando llueve, los baños están totalmente derruidos y el escenario
maltrecho.
Según el Informe del
Programa de Naciones para el Desarrollo (PNUD) 2011, Mozambique se encuentra en
el puesto 184 de índice de Desarrollo Humano, de los 187 analizados por
Naciones Unidas, por lo que se clasifica como el cuarto país más pobre del
mundo. Resulta esencial para el país la ayuda en la educación de su población
con el fin de poder labrarse un futuro digno con proyección a asegurar su
independencia en el futuro respecto a la ayuda externa esencial por el momento.
En este sentido, es bien conocido en le país la labor de las hermanas y sus
centros como proveedoras de una educación de calidad, que están desarrollando
una labor inestimable para los más desfavorecidos.
Todavía no he podido
ver el centro de Namaacha en activo, con sus alumnos y niños en acogida, porque
nos encontramos de lleno en el periodo estival y hasta la próxima semana no
empiezan las clases, pero espero volver pronto para ver la alegría y sonrisas
de los pequeños.
Gemma Voluntaria de Gestión de Proyectos en Mozambique
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