Hola a todos, mi nombre es Javi, soy un joven alcarreño de
32 años (Sí… Me sigo considerando joven, aunque algunos estamentos se
encargaran hace tiempo de anunciarme que ya no pertenecía a ese grupo… ¡Lo que
hay que oír!). Esta es la segunda vez que estoy en el Hogar Casa Maín, ahora
bien, en esta ocasión puedo compartir la experiencia con mi novia, Bea, que qué
les voy a contar… ¡es todo un regalo!
Intentaré explicar un poco cómo es esto, para que se hagan
una idea del por qué un colegio:
La ciudad donde está ubicado el Hogar Casa Maín se llama
Santa Cruz de la Sierra. Es una ciudad grande, creo que en extensión la más
grande de Bolivia (aunque no estoy seguro). El centro de la ciudad, con sus
matices claro está, es parecido a lo que nosotros entendemos por ciudad;
aceras, calles asfaltadas, edificios más o menos altos, tiendas, restaurantes…
Lo que viene siendo una ciudad… Alrededor
de este centro, la ciudad ha ido creciendo en forma de anillos y cuanto más te
alejas se va notando que la zona es más pobre. De esto se puede dar uno cuenta
cuando viaja en el micro (pequeño autobús público en el que las personas
encajan como piezas de tetris) y pasas de unas zonas a otras… Para mí Santa
Cruz es una ciudad de contrastes y siempre pongo el mismo ejemplo, pero es que
me llamó la atención el ver un porsche cayenne junto a un carro tirado por dos
caballos.
No he conseguido ver exactamente dónde se encuentra el Hogar
Casa Maín, pero creo que está entre el sexto y el séptimo anillo… Aquí sólo la
avenida principal está asfaltada (Avenida de Moscú) el resto de calles que
rodean el hogar son de arena… con sus correspondientes perros, gatos, gallinas,
algún caballo e incluso vacas… Algo que también me llamó la atención es la cantidad
de basura por las calles. Cada día pasan a recoger la que está en las puertas
de las viviendas e incluso se quema bastante, pero aun así, hay mucha basura
por la calle. Incluso de algunas viviendas se pueden ver los reguerillos de
agua sucia que salen a la calle…
En este entorno se encuentra el hogar, se puede decir que
Casa Maín es un pequeño oasis. En el hogar hay varios edificios tres de ellos
de dos plantas, que son donde duermen las chicas. Luego una capilla, una
lavandería y una pequeña sala aparte. Todos ellos entre grandes árboles y
jardines que cuidan con esmero las niñas. Los edificios donde viven las niñas
son la primera, segunda y tercera etapa. En la primera etapa están las más
pequeñas y aquellas que aunque un poco mayores, son nuevas en el hogar. En la
segunda etapa viven las más veteranas y mayores y junto a ellas en una zona
aparte las hermanas. Y en la tercera etapa vivimos los voluntarios y alguna
chica ya mayor de dieciocho que no tiene a dónde ir y a las que las hermanas
han decidido mantener en las instalaciones del hogar, aunque ya no llevan el
ritmo del resto de las niñas. Tienen una especie de alquiler mientras realizan
sus estudios.
Bueno, y ahora lo más importante… aquí hay unas 120 niñas…
Oficialmente se acoge a niñas desde los cinco a los doce años y pueden permanecer
hasta los dieciocho (aunque hay alguna excepción, como Yuliana, o “Pinkie” como
la conocemos todos, que tiene 3 años y está aquí para no separarla de su
hermana). La historia de cada niña es distinta y cada una tiene distintos
motivos para estar aquí, pero sea por lo que sea, lleva detrás una dura
experiencia de vida.
Al cargo de estas niñas hay ocho hermanas, que a veces son
menos por distintos motivos, pero de cualquier forma es un número escaso para
llegar a todas las niñas. Además hay una trabajadora contratada y hoy en día
cuatro voluntarios (que en menos de un mes, con nuestra marcha y la de otra
voluntaria belga, será una). De la prefectura reciben la ayuda de una
trabajadora social (de la que todavía no tengo clara su función), dos o tres educadoras
que echan una mano con los estudios por la mañana, una doctora un día o dos a
la semana y hasta hace poco recibían la visita de una psicóloga.
Con el principio de curso todo esto está resultando caótico
y está un poco en el aire; tan pronto llaman de la prefectura a las educadoras
para que vayan a otro sitio, la psicóloga dice que ya no va a poder venir y que
hay que ir a verla a ella, la doctora una semana viene un día, la siguiente
dos, la siguiente no lo sabemos… Así que, aquí están las hermanas luchando como
pueden para que esto marche adelante.
Cuando vine en octubre de 2009, las niñas estaban acabando
el curso e iban a clase por la mañana, salvo cuatro niñas que iban por la tarde
(hay tantos niños en la zona que tienen que hacer turnos de mañana y tarde), al colegio “Tierras
nuevas”, situado a unas tres cuadras (manzanas) del hogar. Antes de venir esta
vez, nos enteramos del proyecto para construir un colegio para las niñas del
hogar y la verdad es que me sorprendió un poco. Pero tras preguntar y ver la
situación actual me explico mejor este proyecto;
Este año hemos llegado al comienzo del curso. Las niñas
tenían que empezar en enero el curso y cuando las fueron a inscribir, se
llevaron la sorpresa de que derruían el antiguo colegio para hacer uno nuevo.
Ahora las niñas tienen que ir a colegios mucho más retirados (con el gasto en
transporte que ello conlleva) y hablo en plural porque las de secundaria tienen
que ir a uno y las de primaria a otro. Además, las 11 niñas de cuarto de
primaria van por la mañana y el resto de niñas por la tarde (Esto parece que no
tiene peso, pero influye mucho a la hora de cuadrar el horario de las niñas e
incluso para contar con las educadoras de la prefectura).
Con cuentagotas, una semana unas, la siguiente otras y por
fin esta semana las de secundaria, parece que por fin todas han empezado sus
clases.
En este tiempo me estoy encargando de llevar a las niñas de
cuarto de primaria hasta el colegio… Salimos a las 7:25 del hogar para intentar
llegar a las 8:00 al colegio y digo intentar porque a veces hemos llegado tarde
por la dificultad de coger un micro en el que entremos 12 personas de golpe. El
micro nos deja en un punto y de ahí andamos dos cuadras hasta el colegio (hace
dos semanas robaron a un niño en este trayecto).
Mientras las niñas de cuarto están en el cole, el resto de
niñas de primaria y secundaria están haciendo sus tareas en los estudios del
hogar. Bea está echando una mano a una de las educadoras con las niñas de
tercero y alguna voluntaria, con el lío que hay con las educadoras, se queda
sola con algún curso… no sé lo que pasará el día que faltemos los voluntarios…
Espero que las hermanas consigan arreglarlo todo a tiempo.
A mi regreso al hogar echo una mano en lo que puedo a las de
secundaria, sobre todo con sus investigaciones en internet.
A las 12:10 las niñas salen del cole, así que regreso a por
ellas. A la vuelta es más complicado todavía coger el micro, tenemos que
“pelear” con los alumnos de secundaria y el resto de niños que salen de
primaria para intentar coger uno… Algún día hemos llegado a tardar cerca de una
hora en volver… Y cuando llegamos al
hogar, después de andar otras tres cuadras, las niñas que quedaban en el hogar
ya han comido y están preparadas para subir al micro (este lo han contratado las hermanas para llevar a las
niñas que van por la tarde a clase).
Podría decirse que esto es una situación temporal y que una
vez terminada la construcción, las niñas podrían volver a su nuevo colegio y se
acabaría el problema. Pero cuando hablé con la directora del hogar, me explicó
los problemas que tenían cada año para inscribir a las niñas. El rechazo que
reciben por parte de algunas familias del barrio, ya que, aun habiendo turno de
mañana y tarde, muchos niños se quedan sin escolarizar por falta de plazas. E
incluso el rechazo por parte de alguno de los docentes (si es así, la verdad es
que no lo entiendo).
En conclusión, yo no puedo decir si es imprescindible el colegio.
De lo que estoy seguro es de que podría venir muy bien tanto para las niñas del
hogar, como para el barrio y estoy convencido de que sus aulas se llenarían.
Javier Molina Bernet. Voluntario de MadreselvaONGD
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